Podemos entender la
repercusión y la admiración que un escritor ha podido causar a generaciones de
lectores desde la aparición del séptimo arte,
viendo en qué número sus obras han intentado trasladarse a la pequeña o
gran pantalla. En el caso de Jane Austen queda más que patente este hecho ya
que sus historias, que han encantado y seguirán haciéndolo a través del tiempo,
también han servido de inspiración para la puesta en escena y posterior deleite
de un público que deseaba poder dar forma a aquello que solo tenía cabida en su
imaginación.
Varias han sido las
obras de Jane Austen adaptadas para el cine y la televisión, y coincidiendo con
el 200 aniversario desde que escribiera una de sus novelas más queridas,
Orgullo y prejuicio, aprovecharemos estas líneas para hablar de la que ya
hace más de setenta años comenzó el salto de la palabra escrita a la escena.
Orgullo y
Prejuicio ha dado lugar a doce adaptaciones para televisión y dos para la gran
pantalla hasta el momento, sin contar con las innumerables películas
‘inspiradas’ en la historia de Elizabeth Bennet y el Señor Darcy. De entre
todas estas, puede que las más conocidas para el público actual sean la
adaptación del año 1995 de la BBC para televisión, protagonizada por Jennifer
Ehle y Colin Firth por un lado, y la película del año 2005, con Keira Knightley
y Matthew MacFadyen como protagonistas por otro.
Si bien hay
distintas opiniones sobre el grado de aproximación a los textos de ambas
versiones, es indudable que su éxito de audiencia y taquilla atestiguan una vez
más que el público desea fervientemente poder vivir por unos momentos
conflictos humanos que hablan de pasiones y sentimientos que se hallan entre
nosotros de forma atemporal. Andrew
Davies consigue con su miniserie hacernos sentir en una época distinta a la
nuestra de forma tan amena y próxima, sin alejarse del texto original, que
podemos llegar a entender cómo era esa sociedad hace dos siglos. Por otro lado,
Joe Wright, que se centra en el romance con una visión
muy particular del mismo aunque superficialmente, sin adentrarse en lo que
subyace a la relación de los protagonistas, logra sin embargo hacer que el
público sienta la desdicha de su protagonista y perciba la soledad del señor
Darcy.
Sea cual sea la
aproximación a Orgullo y Prejuicio no debe olvidarse que trata de relaciones
personales, de desengaños y esperanzas, de una dura realidad atenuada por el
ingenio y la capacidad de lucha y aceptación a un tiempo de sus personajes, en
definitiva, de cómo la perseverancia y el arrepentimiento llevan a la
consecución de los logros anhelados.
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