Capítulo 19
El Sr. Collins se declara.
Estos capítulos probablemente proporcionaron a la familia
Austen auténticos momentos de regocijo junto a la chimenea. El reverendo Austen
tenía probablemente la capacidad para reírse de sí mismo y de su profesión, y su
hija Jane supo plasmarlo en historias que amenizaban las frías y tediosas
tardes de invierno. Esas son las ventajas de que no hubiera radio ni
televisión… ni Internet…
El Sr. Collins, como un torero valiente, se lanza al ruedo.
Tanto él, como más adelante hará el Sr. Darcy, van literalmente a su bola. Los
dos están convencidos de que su oferta es lo mejor que puede esperar Elizabeth;
que a ésta no se le va a pasar por la cabeza rechazarlos. Y, cuando lo hace, los
dos se quedan, primero, literalmente pasmados; y segundo, les entra un rebote de aquí te espero.
La sutil diferencia radica en los sentimientos de cada uno: los de Collins son
imaginarios, frágiles y volubles; y los de Darcy son reales, fuertes y decididos.
Pero esto ya lo veremos algo más adelante….
El Sr. Collins se declaró formalmente.
Horror.
(Lizzy) Se sentó e intentó ocultar con auténticos esfuerzos,
los sentimientos que tenía divididos entre malestar y entretenimiento.
La verdad, qué considerada era Lizzy porque aguantar toda la
retaíla de pelotilleo desplegada por su primo solamente podía sobrellevarse si
se era capaz de convertir la indignación en caricatura.
Collins, aparte de pelota, se delata como un auténtico
mentirosín:
(Sr. Collins) Tan pronto como entré en esta casa, la elegí como
la compañera para mi vida futura.
Nosotros, que estamos de invitados silenciosos en la novela,
sabemos que a la primera que eligió fue a Jane, pero fue la madre quien le
disuadió ante el próximo probable compromiso con el Sr. Bingley.
Collins ha tomado carrerilla, pero Lizzy, que está haciendo
auténticos esfuerzos por no reírse, no puede aprovechar el momento en el que él
toma aire para meter baza y detener el disparate.
Había dejado a Elizabeth tan a punto de la carcajada, que
ésta no pudo utilizar la pequeña pausa que él le concedía y que habría servido
para intentar evitar que siguiera adelante.
La vida de la futura Sra. de Collins tendría a modo de
suegra postiza a Lady Catherine de Bourgh, de cuya presencia no se libra ni en
la propuesta de matrimonio. Estos fueron sus consejos a su vicario favorito:
(Lady Catherine al Sr. Collins) Elija correctamente, a ser
posible una dama educada que se pueda relacionar conmigo; por lo que respecta a
Vd., ha de ser una persona activa y que sirva para algo, que no haya tenido una
educación demasiado exquisita, pero que sea capaz de hacer que un sueldo
pequeño dé mucho de sí.
Vamos, lo que se suele decir, sencilla a la par que
elegante. Pero como todo no podía ser racional en la declaración, Collins
intenta ser apasionado. Y digo intenta, porque no había manera de dar
credibilidad a sus palabras:
(Sr. Collins) Y ahora tan sólo me queda asegurarle, con mi
mejor lenguaje, sobre la intensidad de mis afectos por Vd.
Intensísimos…. Pero como ya hemos visto que Collins también
tiene una cierta predisposición a tirar pullitas envenenadas, no puede morderse
la lengua para sacarle el tema de su precariedad económica, y cómo él nunca la
humillará por ese tema:
(Sr. Collins) Todo de lo que dispondrá será de mil libras al
cuatro por ciento que no serán suyas hasta que su madre fallezca. Será un
asunto sobre el que yo permaneceré siempre en silencio. Puede estar segura de
que ningún reproche egoísta saldrá de mis labios una vez que estemos
casados.
De verdad que una no sabe si tomarse esto por el lado
positivo o el negativo. Por un lado, se ve que tiene voluntad de hacer bien las
cosas y no perjudicar a sus primas pero, por otro, ¡qué humillante que alguien
te restriegue en qué penosa situación te vas a quedar cuando los varones de la
casa te lo quiten todo…!
Menos mal que la dignidad de Lizzy estaba a prueba de bomba:
(Lizzy) Le ruego que acepte mi agradecimiento por los
cumplidos que me está dirigiendo. Soy muy consciente del honor que me hace con
su proposición, pero me resulta imposible hacer otra cosa que no sea
desestimarlos.
¡¿Hein?!, dijo Collins. Pero Lizzy ahora es la que no le
deja respirar:
(Lizzy) Vd. no podría hacerme feliz y tengo el
convencimiento de que yo soy la última mujer en el mundo que se lo podría hacer
a Vd.
¡Bien Lizzy! Un argumento a la altura de tu interlocutor.
Pero Collins no se da por aludido…
(Lizzy) No es necesario que me halague. Debe permitirme que
tenga mi propia opinión y hacerme el cumplido de creer lo que yo le diga. Espero
que sea muy feliz y muy rico y, al rechazar su mano, estoy haciendo todo lo que
puedo para prevenir que esto ocurra de otra manera.
Un dechado de bondad, Lizzy. Pero es cierto que es la única
manera de estar a la altura de tanto pelotilleo recíproco. Bolita para ti,
bolita para mí…. Collins no esperaba una contrincante tan entrenada…
(Lizzy) Si lo que he dicho hasta ahora le ha parecido una
manera de animarle a proseguir, ya no sé cómo expresarle mi rechazo de manera
que pueda Vd. convencerse de la veracidad de lo que le estoy diciendo.
De haber nacido unos años después, Collins sería la versión
inglesa de Paco Martínez Soria en el papel de Don Erre que Erre.
Ahora intenta un pequeño golpe bajo y , para ello, nada
mejor que una especie de chantaje:
(Sr. Collins) A pesar de sus numerosos atractivos, lo más
seguro es que no vuelva a presentársele una proposición de matrimonio.
Desde luego Collins es el mejor lavativo de estómago que he
visto en mucho tiempo…
(Sr. Collins) Por lo tanto, tengo que llegar a la conclusión
de que no puede Vd. estar hablando en serio al rechazarme, y lo atribuiré a su
deseo de aumentar mi amor a través de la intriga, práctica ésta habitual de las
mujeres elegantes.
La autoestima de Collins empieza a flaquear. Todavía no puede
admitir que le estén rechazando, con las buenas intenciones que iba, y con el
despliegue de verborrea que estaba poniendo en escena. Pero Lizzy ahora está
genial. Aunque en algún otro capítulo me he referido a ella como un poco
niñata, ahora está siendo una dama de los pies a la cabeza:
(Lizzy) No tengo intención de ejercer ese tipo de elegancia
que consiste en atormentar a un hombre respetable. Preferiría que me hiciera el
cumplido de creer que estoy siendo sincera.
(Lizzy) No me considere una mujer elegante que intenta
hacerle sentir mal, sino una criatura racional que le está hablando con la
verdad de su corazón.
Elizabeth decidió no responder ante tal perseverancia por
seguir conscientemente en su autoengaño, y se retiró inmediatamente y en
silencio.
Capítulo 20
Collins está subiéndose por las paredes. Y a él se une, al
borde del patatús, la madre de Lizzy, que no tiene la mejor opinión de su hija:
(Sr. Collins a la Sra. Bennet) Si es tan cabezota y tan
tonta, no sé hasta qué punto sería deseable que fuera la esposa de un hombre de
mi situación…
(Sr. Collins a la Sra. Bennet) Si tiene esos defectos de
temperamento, no veo cómo podría contribuir a mi felicidad.
La Sra. Bennet, viendo que Collins no iba a hacer una
segunda intentona y que estaba herido en lo más profundo de su orgullo, fue a
apelar a la intervención del padre de la criatura, e irrumpió en sus aposentos:
El Sr. Bennet levantó los ojos de su libro cuando ella entró
y los dejó fijos en su rostro con una tranquila despreocupación que no se vio
en absoluto alterada por lo que le dijo.
Ya sabemos que los nervios de la Sra. Bennet eran viejos
conocidos del Sr. Bennet…
(Sr. Bennet) No tengo el placer de comprenderte.
Ni las ganas… Total, que el Sr. Bennet convoca a Lizzy y la
pone ante una dificilísima disyuntiva:
(Sr.Bennet) Tienes ante ti una lamentable alternativa,
Elizabeth. A partir de este día te convertirás en una extraña para uno de tus
padres. Tu madre no volverá a verte nunca si no te casas con el Sr. Collins, y
yo no volveré a verte si lo haces.
¡Biennn! Lizzy respira tranquila. Y ahora hay que despachar
a la madre:
(Sr. Bennet) En primer lugar, me permitirás que haga uso de
mi libertad para comprender lo que está ocurriendo en esta ocasión; y en
segundo lugar, que la siga usando para disponer de mi habitación.
Por si Lizzy había tenido poco con los envites del Sr.
Collins, ahora tenía detrás de su oreja a su madre, que no puede dejar pasar la
oportunidad de ver a otra hija casada:
Elizabeth respondió a sus ataques unas veces completamente
en serio, y otras, ingeniosamente. Sin embargo, aunque la manera en que lo
hacía podía variar, su determinación no vaciló en ningún momento.
Como Collins tenía su autoestima blindada, prefirió no
comprender las razones de su prima. Total, ¿para qué?
(Sr. Collins) Tenia demasiado buena opinión de sí mismo como
para comprender cuáles eran los motivos por los que su prima le había
rechazado.
(Lizzy sobre Collins) Sus sentimientos por ella eran más el
producto de su imaginación.
Poco a poco, todos van asumiendo lo ocurrido. Y la Sra.
Bennet explicita claramente uno de sus modus operandi. Es lo que, en otros ámbitos
conocemos como vampiros emocionales:
(Sra. Bennet) Si no te quejas, nadie sentirá pena de ti.
Le dejaremos a Collins el honor de proporcionarnos la última
frase de este capítulo:
(Sr. Collins) Resignarse a los males inevitables es el
indigno deber de todos nosotros.
Amén.
Chapter 19
Mr. Collins made his declaration in form
She sat down and tried to conceal, by incessant employment
the feelings which were divided between distress and diversión
Almost as soon as I entered the house, I singled you out as
the companion of my future life.
He made Elizabeth so near laughing, that she could not use
the short pause he allowed in any attempt to stop him further.
(Lady Catherine to Mr. Collins) Choose properly, chose a gentlewoman
for my sake; and for your own, let her be an active, useful sort of person, not
brought up high, but able to make a small income go a good way
And now nothing remains for me but to assure you in the most
animated language of the violence of my affection.
One thousand pounds in the four per cents, which will not be
tours till after your mother’s decease, is all that you may ever be entitled
to. On that head, therefore, I shall be uniformly silent; and you may assure
yourself that no ungenerous reproach shall ever pass my lips when we are
married
(Lizzy) Accept my thanks for the compliment you are paying
me. I am very sensible of the honour of your proposals, but it is impossible
for me to do otherwise than to decline them.
(Lizzy) I am not one of those young ladies (if such young
ladies there are) who are so daring as to risk their happiness on the chance of
being asked a second time.
(Lizzy) You could not make me happy, and I am convinced that
I am the last woman in the world who could make you so.
(Lizzy) all praise of me will be unnecessary. You must give
me leave to judge for myself, and pay me the compliment of believing what I
say. I wish you very happy and very rich, and by refusing your hand, do all in
my power to prevent your being otherwise.
(Lizzy) If what I have hitherto said can appear to you in
the form of encouragement, I know not how to express my refusal in such a way
as to convince you of its being one.
(Mr. Collins) in spite of your manifold attractions, it is
by no means certain that another offer of marriage may ever be made you.
(Mr. Collins) As I must therefore conclude that you are not
serious in your rejection of me, I shall choose to attribute it to your wish of
increasing my love by suspense, according to the usual practice of elegant females.
(Lizzy) I have no pretensions whatever to that kind of
elegance which consists in tormenting a respectable man. I would rather be paid
the compliment of being believed sincere.
(Lizzy) Do not consider me now as an elegante female,
intending to plague you, but as a rational creature, speaking the truth from
her heart.
To such perseverant and wilful self-deception Elizabeth
would make no reply, and immediately and in silence withdrew.
Chapter 20
(Mr. Collins to Mrs. Bennet) if she is really headstrong and
foolish, I know not whether she would altogether be a very desirable wife to a
man in my situation…
(Mr. Collins to Mrs. Bennet) if liable to such defects of
temper, she could not contribute
to my felicity
Mr. Bennet raised his eyes from his book as she entered, and
fixed them on her face with a calm unconcern which was not in the least altered
by her communications.
(Mr. Bennet) I have not the pleasure of understanding you
(Mr. Bennet) An unhappy alternative is before you, Elizabeth.
From this day you must be a stranger to one of your parents. Your mother will
never see you again if you do not marry Mr. Collins, and I will never see you
again if you do.
(Mr. Bennet) First, you will allow me the free use of my
undertanding on the present occasion; and secondly, of my room.
Elizabeth, sometimes with real earnestness, and sometimes
with playful gaiety replied to her attacks. Though her manner varied, however,
her determination never did.
(Mr. Collins) He thought too well of himself to comprehend
on what motives his cousin could refuse him.
(Mr. Collins) His regard for her was quite imaginary.
(Mrs. Bennet) Those who do not complain are never pitied
(Mr. Collins) Resignation to inevitable evils is the evil
duty of us all.
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