Hoy he leído este artículo de opinión escrito por Daniel Martín, sobre Orgullo y Prejuicio, en el diario Republica.com (“de las ideas”). Os lo dejo a continuación pues creo que es siempre enriquecedor conocer los distintos puntos de vista sobre la obra.
Walter Scott, en 1815, antes de hacerse mundialmente famoso, alabó a Jane Austen por su capacidad para convertir en entretenidos los asuntos más cotidianos. El escocés, que se convertiría en adalid de la novela histórica romántica, colocaba a la inglesa como una de las grandes precursoras del Realismo mucho antes de que comenzásemos a cargarnos
la lectura con estas inanes categorías.
A pesar de que Scott, como después Dickens o Thackeray, alabase la capacidad de Austen para describir su ambiente, para contarnos de manera amena y amable historias cercanas, en España comienzan a hablar de la novelista como prerromántica. Da igual que publicase al mismo tiempo que Byron o Shelley, que sus obras no posean un mínimo tinte de rebeldía o exaltación sentimental. Así resulta más conveniente para las cronologías que se imponen al sentido común.
La otra gran mentira que quiere apoderarse de Jane Austen es la empujada por las feministas. Como fue mujer de éxito en un mundo de hombres, muchas escritoras de nuestros días quieren a la genial novelista para ellas solas. A Espido Freire, mascarón de proa del “Agramaticalismo”, llegué a oírle decir “no me toques a Jane Austen”. Que sus protagonistas sean féminas inteligentes, personajes profundos, magistralmente construidos, no impide que puedan gustar a cualquier lector con unos mínimos de sentido común y sensibilidad.
Acabo de releer “Orgullo y prejuicio”, quizás la más famosa de las novelas de Austen. El romance entre los orgullosos Darcy y Elizabeth continúa siendo una pieza maestra. Novela de interiores donde la naturaleza es un refugio casi renacentista, podemos asistir a cómo era la sociedad rural de una época que anticipa la victoriana que tan bien describirían Dickens, George Eliot o Elizabeth Gaskell.
A pesar de ser una novela de 1813 –aunque Austen trabajó en ella durante más de quince años– hay un sinfín de personajes sólidos, perfectamente reconocibles. El argumento, sencillo, está impecablemente construido para atrapar al lector, para llevarle hacia el final feliz. Novela que se construye a partir de espléndidos diálogos, se lee con fluidez, deleite, completa y pura felicidad.
Sí, en “Orgullo y prejuicio” nos encontramos con una novela completamente realista. Además, la protagonista, Elizabeth Bennet, es una adelantada a su tiempo, un fuerte carácter, cultivado e inquieto, que augura unos tiempos mucho mejores para la mujer. Podemos decir que con Jane Austen se inaugura el siglo XIX novelístico, el mejor que haya existido en este género.
Pero esas son disquisiciones menores. Lo importante de “Orgullo y prejuicio”, de todas las novelas de Jane Austen, es que, siendo mucho más intensas de lo que parecen, se leen con sumo placer. Doscientos años después, esa pequeña historia que transcurre en pequeños rincones de Inglaterra sigue teniendo un magnético interés. Lo demás, simples zarandajas.
P.S.: Existen bastantes adaptaciones cinematográficas de “Orgullo y prejuicio”. A mi entender, demasiado oscuras. La única que alcanza el optimismo y la luminosidad del original es “Bodas y prejuicios”, una rareza pseudo-hindú que protagoniza la bellísima Aishwarya Rai y dirige Gurinder Chadha, la misma de “Quiero ser como Beckham”. No es una gran peli, pero es refrescante.
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